(El movimiento feminista, que surgió ante la necesidad de la liberación de los roles de género, fue cayendo en la especialización y se convirtió en incapaz de realizar una crítica más global. Su trabajo consistió en obtener derechos, reconocimiento, protección para las mujeres como una categoría social reconocida conforme la legislación. En la actualidad el feminismo está totalmente integrado en el sistema) exto extraído de “Misere du feminisme”, aparecido en la publicación francesa “La Guerre Sociale”en 1977.
En Nueva Orleans, justo a las afueras del barrio francés, hay una pintada en una valla que dice: “los hombres violan”. Solía pasar cerca de ella casi todos los días. La primera vez que la vi me molestó porque sabía que quien la hizo me definiría como un “hombre” y nunca he deseado violar a nadie. Tampoco lo han hecho ninguna de mis amistades-con-pene. Pero a medida que me encontraba con este dogma pintado, día a día, las razones de mi enfado fueron cambiando. Reconocí en este dogma una letanía de la versión feminista de la ideología de la victimización; una ideología que promueve el miedo, la debilidad individual (y por lo tanto dependencia en grupos de apoyo basados en la protección paternalista de las autoridades) y una ceguera ante todas las realidades e interpretaciones de la experiencia, que no se amolden a la propia visión de un@ mism@ como víctima.
No
niego que haya cierta realidad detrás de la ideología de la
victimización. Ninguna ideología podría funcionar si no tuviese base
alguna en la realidad, como ha dicho Bob Black, “tod@s somos niñ@s adult@s de
padres”. Hemos pasado toda nuestra vida en una sociedad que se basa en
la represión, la explotación de nuestros deseos, nuestras pasiones y
nuestra individualidad, pero es totalmente absurdo aferrarse a la
derrota, definiéndonos en términos de nuestra victimización.
Como medio de control social, las instituciones sociales refuerzan el sentimiento de victimización en cada una de nosotr@s a
la vez que dirige estos sentimientos en direcciones que refuerzan la
dependencia en las instituciones sociales. Los medios de comunicación
nos bombardean con historias de crímenes, corrupción política y
empresarial, luchas raciales y de género, escasez y guerra. A pesar de
que las historias tienen normalmente una base real, son presentadas
claramente para fortalecer la sensación de miedo. Pero como much@s de nosotr@s dudamos
de los medios de comunicación, se nos sirve todo un conjunto de
ideologías “radicales”. Todas contienen algo de percepción real, pero
todas están ciegas para todo aquello que no encaje en su estructura
ideológica. Cada una de estas ideologías refuerza la idea de
victimización y canaliza la energía de los individuos, sin hacer un
examen de la sociedad en su totalidad ni romper con su rol que sólo la
reproduce. Tanto los medios de comunicación como todas las versiones del
radicalismo ideológico refuerzan la idea de que estamos victimizad@s por
aquello que está “fuera”, por lo Otro y por las estructuras sociales;
la familia, la policía, la ley, la terapia y los gurpos de apoyo, la
educación, las organizaciones “radicales” o cualquier cosa que pueda
reforzar un sentido de dependencia; están para protegernos. Si la
sociedad no produjese estos mecanismos (incluyendo las estructuras de
oposición falsa, ideológica, parcial) para protegerse a si misma,
podríamos sencillamente examinarla en su totalidad y llegar a reconocer
su dependencia sobre nuestra actividad para reproducirla. A cada
oportunidad que tuviésemos, podríamos rechazar nuestros roles como
víctimas-dependientes de la sociedad. Pero las emociones, las actitudes y
los modos de pensamiento evocados por la ideología de la victimización,
hacen que esta inversión de perspectiva sea muy difícil.
Al
aceptar la ideología de la victimización en cualquiera de sus
versiones, elegimos vivir con miedo. Quien pintó “los hombres violan”
era probablemente una feminista, una mujer que vio su acción como un
desafío radical a la opresión patriarcal. Pero este tipo de
proclamaciones, de hecho, simplemente se añaden a un clima de miedo que
ya existe. En vez de dar a las mujeres un sentido de fuerza como
individuos, fomenta la idea de que las mujeres son en esencia víctimas, y
la mujeres que lean esta pintada, incluso aunque rechacen el dogma que
hay detrás, probablemente andarán por la calle con miedo. La ideología
de la victimización, que tanto ampara el movimiento feminista, también
se puede encontrar de alguna manera en el discurso gay,
radical-nacionalista, de lucha de clases y en casi todas las ideologías
“radicales”. El miedo a una amenaza real, inmediata e identificada
contra el individuo, puede motivar una acción inteligente para
erradicarla, pero el miedo creado por la ideología de la victimización,
no lo permite, porque es un miedo a fuerzas demasiado amplias y
abstractas para que el individuo pueda tratar con ellas. Acaba
convirtiéndose en un clima de miedo, sospecha y paranoia, que logran
parecer las mediaciones (que son la red de control social) algo
necesario e incluso bueno.
Es
este clima agobiante de miedo, el que crea una sensación de debilidad
en las personas, la sensación de ser fundamentalmente víctimas. Si bien
es cierto que algun@s militantes
ideológic@s “por la liberación” a veces arman ruido con rabia
militante, pocas veces van más allá ni llegan a amenazar nada. En cambio
reclaman (léase “suplican militantemente”) que aquell@s a
quienes definen como sus opresores, garanticen su “liberación”. Un
ejemplo de esto ocurrió en el encuentro anarquista “Sin límites” de
1989, en San Francisco. No tengo ninguna duda de que en la mayoría de
los debates a los que asistí, los hombres tendían a hablar más que las
mujeres, pero nadie impedía hablar a las mujeres, y no presencié ninguna
falta de respeto hacia las que hablaron. Sin embargo, en el micrófono
público del patio del edificio donde se celebraba el encuentro, se hizo
un discurso que proclamaba que “los hombres” estaban dominando las
discusiones e impidiendo a “las mujeres” hablar. La oradora “demandaba”
(léase “suplicaba militantemente”) que los hombres se asegurasen de que
dejaban a las mujeres espacio para hablar. En otras palabras, la oradora
pedía al opresor, de acuerdo con su ideología, que garantizase los
“derechos” de las oprimidas, una actitud que, implícitamente, acepta el
rol del hombre como opresor y el de la mujer como víctima. Sí que había
debates en los que ciertas personas dominaban las discudiones, pero
alguien que actúe desde la fuerza de su individualidad se enfrentará con
una situación así, según sucede y tratará con las personas implicadas
como individuos. La necesidad de colocar dichas situaciones en un
contexto ideológico para tratar a los individuos implicados como roles
sociales, transformando la experiencia real e inmediata en categorías
abstractas, es una muestra de que uno ha elegido ser débil, ser una
víctima. Y la debilidad embarazosa coloca a la persona en la postura
absurda de tener que suplicar al opresor que garantice la propia
liberación, asumiendo que uno nunca será libre más que para ser una
víctima.[1]
Como
todas las ideologías, las variantes de la ideología de la victimización
son formas de falsa conciencia. Aceptar el rol social de víctima, en
cualqueira de sus múltiples formas, es renunciar incluso a crear la
propia vida por un@ mism@. Todos los movimientos de liberación parcial
(feminismo, liberación gay, liberación racial, movimientos de
trabajadores, etc.) definen a los individuos en términos de sus roles
sociales. Por ello, estos movimientos no sólo no incluyen una inversión
de perspectiva que rompa con los roles sociales y permita a las personas
crear una praxis construida sobre sus propias pasiones y deseos;
trabajan de hecho contra ella. La “liberación” propuesta por estos
movimientos, no es la libertad de los individuos para crear las vidas
que desean en una atmósfera de convivencia libre, es más bien la
“liberación” de un rol social en el que el individuo se mantiene
sometido. La esencia de estos roles sociales en el seno del conjunto de
estas ideologías de la “liberación”, es el victimismo. De esta manera,
las letanías de los daños sufridos deben ser tarareadas una y otra vez
para garantizar que las “víctimas” nunca olviden qué es lo que son.
Estos movimientos de liberación “radical” garantizan que el clima de
miedo nunca desaparezca, y que los individuos continúen viéndose tan
débiles como para asumir que su fuerza se encuentra en los roles
sociales, que son, de hecho, la fuente de su victimización. De esta
manera, estos movimientos e ideologías actúan para prevenir la
posibilidad de una potente revuelta contra toda autoridad y contra todos
los roles sociales.
La
verdadera revuelta nunca está a salvo. Aquellos que eligen definirse en
función de su rol como víctima, no se atreven a probar la revuelta
total, porque podría amenazar la seguridad de sus roles. Pero como dijo
Nietzsche: “¡El secreto que da mayores frutos y el mayor disfrute de la
existencia, es vivir peligrosamente!”. Sólo un rechazo consciente de la
ideología de la victimización, un rechazo a vivir en el miedo y la
debilidad, y la aceptación de la fuerza de nuestras propias pasiones y
deseos, como individuos que son tan grandes y tan capaces de vivir más
allá de todos los roles sociales, puede proporcionar una base para la
rebelión total contra la sociedad. Dicha rebelión está de hecho
propulsada, en parte por la rabia, pero no por el resentimiento
estridente, rabia frustrada de la víctima que fomentan feministas, luchador@s de
la liberación radical o gay… Para “proclamar” sus “derechos” a las
autoridades. Es más bien la rabia de nuestros deseos desencadenados, el
retorno de l@s oprimid@s con plena
fuerza y sin disfrazar. Pero esencialmente, la revuelta total se
alimenta de un espíritu de juego libre y de placeres en la aventura, por
un deseo de explorar todas las posibilidades para la vida intensa que
la sociedad trata de negarnos. Para todos los que queremos vivir
intensamente y sin restricciones, ha pasado la hora de tolerar vivir
como ratones tímidos dentro de las paredes. Toda forma de ideología de
la victimización nos mueve a vivir como ratones tímidos. Seamos en
cambio monstruos locos y alegres, que se divierten echando abajo los
muros de la sociedad y creando vidas auténticas y diversión por nosotr@s mism@s.
No
parará nuestro disturbio salvaje y placentero, nuestra guerra extática
(de éxtasis) contra todas las fuerzas del orden. El caos de nuestros
deseos, la pasión por vivir todas las posibilidades y la vida la máximo,
surgirán a la luz del día, como una sombra brillante eclipsando toda
forma de orden.